sábado, 7 de septiembre de 2019

Catacombe dei Cappuccini

Hace 12 años, que visité por primera vez las catacumbas de los capuchinos de Palermo. Había visitado también años antes, el cementerio de los capuchinos de Roma que me resultó fascinante, por su proximidad a la muerte, la relación macabra, desacralizada de los cuerpo muertos de los religiosos, convertidos en formas decorativas y ornamentales de las criptas y pasillos del recorrido, a su vez extremadamente espiritual por esa reflexión de polvo al polvo. En esa primera visita en Palermo, en enero de 2007, invierno, la soledad de la soltería y sin hijas, en el silencio que aporta viajar cuando nadie ni nada depente de ti, tuve ocasión de pasearme prácticamente sola por las largas galerías subterráneas de las catacumbas de los capuchinos. Su suelo de cerámica siciliana (parecidísima a la cerámica  valenciana de Manises), pisado repetidamente por los curiosos, los religiosos, los palermitanos, durante décadas, iban lastimándolo, pero dotándolo de ese aspecto anciano y hermoso de los suelos antiguos.
 En ese silencio pude mirar esos restos colgajosos, polvorientos, descarnados, y secos de ojos hundidos, y ropas raidas, de los centenares de cadáveres expuestos de cicudadanos de Palermo, en su gran mayoría del s. XIX. Monjes, sacerdotes, hombres y mujeres y niños, bebés. Me venía a la mente todo el amor, odio, hambre, sueño y experiencias que todos ellos habrían sentido en vida, y allí estaban, esos restos que ya nada tenían que ver, y que para los vivos debieran tener mucho sentido. Me paré frente a una mujer, tendida en su nicho, a la altura de mis ojos. Llevaba una polvorienta cofia con delicados bordados y flores de tela y un vestido blanco y raido con bordados en el cuello y puños. Su cabeza girada hacia mi por la pérdida de consistencia en las cervicales. Su rostro reseco y cadavérico. Posiblemente era el cuerpo de una adolescente. Me sentí conectada en ese momento. ¿Por qué nos preocupamos tanto por insignificancias?, Cuando sientes miedo, ira, desconcierto, apego... me viene a la mente este momento, estas reflexiones de catacumba, y si no siempre me sirven de respuesta a mis procesos, siempre me sirven para recordar que en eso nos convertimos, y que vivir desde la alegría, el hacer las cosas desde el corazón, desde la integridad, desde la paz interior de estar alineadas nuestras acciones y pensamientos, es el modo en el que hay que vivir. Lo trascendente ocurre en lo vital y ese esfuerzo por saborear nuestra vitalidad no debe basarse en lo transitorio, esos huesos, polvo y polillas del futuro, sino en la corriente de la eternidad, que no podemos ver, pero podemos intuir y experimentar.
En esta ocasión, verano de 2019, las catacumbas, eran un tunel de lo macabro donde los turistas, y a pesar de la prohibición, se realizaban fotos con los cadáveres, parloteaban, y se acumulaban en filas. Pero yo seguía experimentando esa reflexión, mientras mi hija Jade repetía conmigo, ellos también han llorado, también han amado... 








Fotos fuente: Google

domingo, 18 de marzo de 2018

Desde ese lugar

Valencia, domingo 18 de marzo de 2018
En plenas Fallas de Valencia

Sat Nam,
¿desde dónde lees ésto? Te cuento desde qué lugar físico lo escribo yo. Desde el mismo barrio del Carmen, en casa. En las calles, los visitantes a las fallas del barrio, las tracas, el sonido de la verbena toda la tarde y lo que le queda. Tal vez podrías pensar: ¡ uff demasiado ruido, yo me largo! Y es cierto. Qué agradable sería poder hacer estos días una escapadita al campo y aprovechar la vibración de la naturaleza que siempre nutre nuestra calma interior. Pero ésto no siempre es posible. ¿Qué hacer pues? Hace tiempo que decidí no luchar, no enfrentarme. No puedo ganar esta batalla, por que además no necesito ganarla. ¿Entonces, me uno a ello? Nooo, elijo dónde pongo mi atención. Hace años, escuché una charla del maestro Dhiravamsan, y nos recordaba la gran enseñanza que dice "allí donde pones tu atención, pones tu amor". Yo siento que mi atención se ha enfocado en ese espacio interior en el que mis oidos, mi mirada y mis actos se dirigen "selectivamente". Soy consciente de que hay ruido. Pero "no es mi ruido", ni me petenece. No los voy ha utilizar como excusa para estar molesta, enfadada o dispersa. Puedes estar en el lugar más idílico del mundo y tu mente estar perdida en 1100 cosas o sentirte triste. Elijo poner mi amor en estar donde estoy y en mi Ser. Ese es el verdadero lugar desde el que te escribo.

La imagen puede contener: una o varias personas y primer plano
 

lunes, 12 de febrero de 2018

Las bicicletas y los patines, son para el verano.

Por un motivo u otro jamás había visto hasta hora la película Las bicicletas son para el verano (1984), basada en la obra de teatro homónima de Fernando Fernán Gómez, pero escuchando recientemente unos podcast de la historia de España, donde citaron la película en el capítulo sobre la guerra civil española, la narradora, contó brevemente el argumento de la misma, e hizo que de repente mi mente se trasladara a lo que me contara mi propia abuela materna Ángeles (la yaya) sobre su vida durante aquellos años.

La película trata de la historia de una familia en el Madrid los días previos al estallido de la guerra civil española (1936). Un joven Gabino Diego interpreta a Luisito, un adolescente que ha suspendido química y debe pasar el verano estudiando, sin embargo pasa más tiempo con sus amigos, escribiendo poemas, leyendo en la buhardilla, despertando a la sexualidad con la criada o tratando de embelesar a una de las muchachas de la pandilla. Luisito pide a su padre que le compre una bicicleta: -“¡Las bicicletas son para el verano!”- explama el joven, pero su padre se niega a comparle una bicicleta por haber suspendido, y cuando ya casi lo tiene convencido, estalla la guerra. Esta "se llevará como el viento" todas las ilusiones de Luisito y su familia, así como la de todos los españoles.
Aquella bicicleta no llegó para Luisito.

La historia de mi abuela, como la de todos los que vivieron aquella etapa, no difiere demasiado. Ella era una jovencita de 15 años. El día que estalló la guerra, se encontraba patinando en la Alameda de Valencia. Dejó allí sus patines y regresó presurosa a casa con el toque de queda. Cuando me hablara de ese momento, lo recordaba con claridad y pensaba en esos patines que jamás volvió a ver. La incertidumbre, el miedo, el hambre, el racionamiento, la cárcel, la muerte, las persecuciones, las bombas, serían durante los años de la guerra, sus pensamientos más cercanos. España dividida. Hermanos contra hermanos, por diferencias políticas, económicas, privilegios, poderes, jerarquías... pero todos hermanos y españoles. Familias enfrentadas, separadas por quedar en el bando republicano o nacional... ¿No se porqué todo esto me resulta, aunque con numerosas variaciones, muy cercano a nuestros días?

Años antes de la Guerra Civil, de izquierda a derecha y de arriba a abajo: El tío abuelo Antonio (hermano de mi abuela), mi abuela Ángeles, la tía bisabuela Emilia y la tatarabuela Emilia.


Esta fotografía fue tomada pocos años antes de la Guerra Civil, en Vallada (comarca de la Costera, Valencia), el pueblo natal de mi tatarabuela Emilia y en el que yo misma he vivido parte de mi mi adolescencia y juventud, los veranos y numerosos fines de semana.
En la fila superior, de izquierda a derecha: Primera, tíabisabuela Encarna. En la fila de abajo de izquierda a derecha: Segunda, mi tía bisabuela Emilia. Tercera, mi bisabuela María. Cuarta mi abuela Ángeles (Angelita). Quinto, el primo de mi abuela, hijo de mi tía bisabuela Encarna.  El resto son familiares y amigos del pueblo. En brazos de mi abuela, se ecuentra un cachorro, hijo de la perra que se encuentra sentada en las silla, la Nuri. El cachorro se llamaba Tarzán o Bicicleta, no se cual de los dos perros se trata, y creo que eran hijos de esta hembra. Ambos machos fueron sacrificados por no tener para alimentarlos durante la guerra. La Nuri, por lo que se, no fue sacrificada. La trataban igual que a una persona. Contaba mi abuela que su madre le compraba billete de tren, y ocupaba, como no, su asiento y cuando algún pasajero "humano" pedía con desdén que se quitara la perra del asiento, mi bisabuela llamaba al revisor al que le mostraba el billete y el revisor le corroboraba que por supuesto, la Nuri tenía todo el derecho a estár sentada en el asiento. Me imagino la cara de satisfacción de mi bisabuela y por supuesto de la Nuri 😉


Mi abuela se crió sin padre con su hermano Antonio, su abuela (mi tatarabuela Emilia) su madre (mi bisabuela María y por la que me pusieron su nombre) y sus tías, en especial por su madrina, la tía Emilia, en aquella época casada en primeras nupcias y que jamás tuvo hijos. Siendo viuda conoció al también viudo, marqués y ex médico militar Dr. don Jesús de Bartolomé y Relimpio, autor del Estudio Médico-Legal de la Pasión de Jesucristo (1943). Eran mujeres religiosas que jamás tuvieron necesidad de trabajar. De hecho, mi tía bisabuela Emilia ganó la lotería siendo joven. No es de extrañar con este perfil conservador (aunque debo anotar que mi madre me dejó caer ciertos detalles no muy definidos y misteriosos sobre su juventud y que no todo en ellas era tan conservador como parecía), que simpatizaran con los rebeldes nacionales, pero ellas vivían en Valencia, uno de los últimos reductos republicanos en caer y última capital de la República. Para ellas lógicamente era una situación crítica por sus convicciones políticas ya que tanto unos como otros, perseguían furiosamente a aquellos que activa o pasivamente simpatizaran con la ideología contraria a la que gobernara en ese momento-lugar. Durante la guerra, su hermano Antonio, mayor que ella, se encontraba en Sevilla. Él era simpatizante republicano, pero Sevilla había sido tomada por el bando nacional. Ironía y reveses de la vida. Como civiles, sólo podían tratar de sobrevivir como el resto.

Pero al parecer, mantener la ideología en el ámbito íntimo no fue suficiente para las mujeres de mi familia. Me consta por lo que contara mi madre y también mi abuela, que mi bisabuela María y mi tía bisabuela Emilia eran mujeres de carácter férreo, y no tuvieron otra mejor idea y respondiendo a su conciencia, en ocultar en su casa a dos soldados nacionales. Una vecina las denunció. Mi adolescente abuela pasó una noche en la "checa", y mi bisabuela y mi tía bisabuela pasaron meses en la cárcel, sin saber si un día u otro acabarían siendo fusiladas. Antonio desde Sevilla,recibía la noticia de que su madre y su tía estaban en la carcel.  Hay cosas que son muy duras de oír. Su contestación postal fue: -Eso les pasa por ser de derechas-. La relación se volvió fría casi hasta su muerte, obviamente. En la cárcel, ellas conocieron a dos gemelas. Ambas rezaban a San Pascual Bailón. Cuenta la devoción que San Pascual, que es un santo que obra grandes milagros pero que te avisa con tres golpes antes de tu muerte. Así fue para estas mujeres que escucharon tres golpecitos en el cristal de su celda. Ese mismo día, las presas contaron a María y Emilia que San Pascual las había avisado. Al día siguiente, fueron ejecutadas.

Por su parte, mi abuela regresó tras esa noche en la checa con su abuela Emilia. Anciana y joven, pasaban los días con el miedo en el cuerpo, por sus dos hijas y por su madre y tía respectivamente. Además y en particular mi abuela, se sumaba el lógico pánico a las bombas. Vivían cerca de la plaza de toros y la estación del norte, lugar estratégico que sobrevolaban los aviones italianos que luchaban por el bando nacional, desde los cuales tenían a perfecta vista aérea para dejar caer sus bombas. Con el sonido de las alarmas, mi abuela salía corriendo para protegerse en el refugio, pero mi tatarabuela, sentada inmóvil en su silla, con su luto escrupuloso, ya fuera por ingenuidad, o por que se le fue la cabeza, le decía en valenciano: - "filla, no tingues por de les bombes, que saben que som de dretes (hija, no tengas miedo a las bombas, que saben que somos de derechas)"-. Cuando me contaba esto, no podía dejar de reír. Bendita locura.


Bombardeos sobre Valencia realizados por la Aviazione Legionaria delle Baleári utilizando aviones Savoia-Marchetti SM.81 Pipistrello y aviones Savoia-Marchetti SM.79 Sparviero que tenían su base en Mallorca. 
En la foto se puede apreciar la plaza de toros y la Estación del Norte justo al lado.

No se muy bien cómo fue lo que a continuación ocurrió y se muy poco de este familiar Del cual siempre se mantuvo algún enigma y tal vez me atreva algún día a escribir alguna hipótesis. El marido de mi tía bisabuela Emilia, al parecer se encontraba encarcelado en Madrid por pertenecer a los nacionales (desconozco la acusación). Antes de caer Madrid ante las tropas nacionales, el gobierno republicano comunicó que trasladaba a los presos políticos a Valencia, pero fusilaron a a unos 2.500 presos en Paracuellos de Jarama. Al terminar la guerra, mi tía bisabuela Emilia, viajó hasta allí tratando de encontrar los restos de su marido. No lo encontró. Contaba mi abuela que el rostro de su tía quedó blanco y descompuesto ante aquella visión de las fosas.

Aún sin conocerse (lo harían poco tiempo después de la guerra), mi abuelo materno Joaquín, hombre joven también y conservador, afiliado a la falange de José Antonio, fue detenido acusado de espionaje y alta traición y encarcelado también en Valencia. En la cárcel además de aprender a tirar el tarot (guardo cartas de tarot dibujadas por él mismo), también enfermó gravemente de pulmones y esa secuela le acompaño toda su vida, muriendo de insuficiencia respiratoria con cincuenta y pocos años. En algún momento dado, me contó mi abuela, los camiones marchaban con presos hacia Barcelona para ser fusilados, pero entonces el 26 de enero de 1939 Barcelona cayó ante las tropas nacionales. La carretera entre Valencia y Barcelona quedó cortada y regresaron a Valencia. Hace unos meses encontré entre algunos documentos familiares, su certificado de liberación, con algunas fechas de interés.


Fotografía de mi abuelo materno Joaquín. Según consta en los documentos que se muestran en las fotos, fue detenido con 19 años el 11 de diciembre de 1937 (en el otro documento se dice que desde el 7 de diciembre). Permaneció en un campo de trabajo de Totana (Murcia) desde el 13 de julio de 1938 hasta el 7 de febrero de 1939 en el que regresa a prisión, siendo puesto en libertad el 20 de marzo de 1939, con 21 años. Es probable que aunque en el documentos no se indique, entre los días previos a la caída de Barcelona frente al ejército Nacional (26/01/39) y su entrada de nuevo en la cárcel (7/02/39) se prudujera el hecho mencionado párrafos antes, sobre el camión de presos que no llegaron a ser fusilados en Barcelona.

Cuántas historias familiares de ambos bandos podrían contarse. Cuántas vidas sesgadas, cuánto odio, cuánta miseria, indignidad, hambre y muerte pasaron nuestro familiares.

Sólo deseo que seamos capaces de interpretar la historia adecuadamente y no volver a cometer los mismos errores nunca más.
 A la memoria de todas y todos aquellos que vivieron la guerra civil española, víctimas de su época, del odio, de la pasión, de la falta de acuerdo, de concordia.